Despierta, Candela.

Aqui os dejo una nueva novela (no esta echa por mi, por eso le doy los derechos de autos a CT por esta maravillosaa novela! ) esta novela, se llama Despierta, Candela. espero que os gusteee y la disfruteiis! :)

Capitulo 1:  La confesión


Me llamo Candela. Todo el mundo me llama Can, como el verbo poder en inglés. Tengo un perro que se llama Sombra, porque me sigue a todas partes. Tengo 12 años y un montón de nervios en el cajón de los calcetines, y es que en menos de un mes empiezo EL INSTITUTO. También tengo un oído un pelín pocho, que lo oye todo más bajito, y por eso algunas veces me despisto, aunque mi padre dice que lo que me pasa es que estoy siempre en las nubes. A Mar sí que la escucho, porque es mi mejor amiga y este curso se va a Canadá con toda su familia. Un rollo. Nuestro último día juntas lo pasamos en su pisci y antes de subir a por mi bolsa, me regaló su pulsera favorita. Me dijo que pidiera un deseo y como no atinaba con los nudos, nos entró la risa floja. Nos pasa siempre. Fue justo cuando entramos en el ascensor cuando pasó “eso”: Mar
soltó, sin abrir la boca, que ojalá pudiera confesarme que estaba enamorada de Luis, que ojalá yo no me enfadara. Lo dijo rapidísimo, casi sin respirar, como un rayo que cae donde le da la gana. Yo abrí mucho los ojos y cuando llegamos al séptimo, Mar salió tan tranquila, dando saltitos.
–Pero, Mar –dije yo–, ¿por qué no me lo habías dicho antes?
–¿El qué? –me respondió ella como si nada.
–Eso, lo de que te gusta Luis…
- ¿QUIÉN-TE-HA-DI-CHO-E-SO-CAN?
–dijo, parándose en seco.
–¿Cómo? –dije yo, con cara de interrogación.    
–¿Cómo? –dijo ella.
Y en ese momento su padre abrió la puerta de golpe: tenían que irse ya. Mar y yo nos abrazamos muy fuerte y a mí se me escurrió una lágrima. Enseguida me reí, porque ella hizo eso tan raro con las aletas de su nariz.
Ahora estoy aquí, deseando que se conecte al Messenger para decirle que, desde lo del ascensor, puedo oír los pensamientos secretos de todo el mundo. ¿Se darán cuenta en el insti?

 CONTINUARÁ...

Capitulo 2: Miedo escénico

Can logra hablar con su amiga Mar, y no necesita utilizar su poder mágico para leerle la mente porque se conocen a la perfección. ¡Ah, Can tiene novedades sobre Antoine!


Venga, Mar, contesta, porfi, con lo que me ha costado que me dejen llamar a Canadá. Otro tono, ¡puf!,
¿será de noche allí? Si despiert....
–Hello?
–Hello, this is Can, can I talk to Mar, please?
–Pero Can, ¿eres tú? ¡No me lo puedo creer!
–¿Es de noche en ese sitio tan extraño?
–¡No! Es mediodía, ya te dije que aquí siempre es antes que allí. ¡No te enteras! Ja, ja…
–¡Jolín, es que es muy raro! En fin, da igual, prepárate, porque tengo que contarte…
–¿Has vuelto a escuchar pensamientos?
–Sí, a un montón de gente, pero eso no es.
–¿Qué ha pasado ahora, Can? ¡Suéltalo ya, que me va a dar algo!
–ME HE APUNTADO A TEATRO.
–¿Qué? ¿Con la vergüenza que te da?
–La profe preguntó que quién quería apuntarse y yo no le hice ni caso.
–Entonces, ¿te has apuntado o no?
- Sí, sí, porque pasó algo… Cuando la profe ya estaba guardando su carpeta, un chico, el único, dijo:
“Yo también quiero actuar”. ¿Adivinas quién?
–¡Antoine! ¡El francés! ¿A que sí?
–¡Síííí! Y justo cuando él se apuntó, mi brazo
se levantó solo, como si yo no lo controlara. Los ensayos empiezan mañana y ¡voy a hacer el ridículo! Va a pensar que soy tonta,
que estoy loca, o que lo hago fatal...
–De eso nada, lo harás genial, estoy segura. Además, pronto sabrás lo que piensa de ti, para eso eres maga, ¿no?
–Supongo… ¡Aunque no controlo mis poderes!
–Por cierto, ¿sois los protas?
 –Él sí, pero yo no, han cogido de prota a la que peor me cae.  Te lo contaré todo, pero ahora tengo que colgar… ¡Te echo de menos! ¡Un besoooo!
–¡Y yo a ti mááás! Bye,
bye, Can.

CONTINUARÁ...

Capitulo 3: ¡Qué duro es ser SUPERCAN!


Oferta de última hora: Can cambia su disfraz preferido de superheroína por uno de princesa, ¡ahora sabrás por qué!


Nunca me han gustado los vestidos de princesa, pero el otro día, cuando la profe nos dijo que nuestra obra se titulaba El príncipe que todo lo aprendió en los libros, y me di cuenta de que Antoine era el único chico del grupo de teatro, deseé con todas mis fuerzas ser una princesa de cuento. Pero no, ese papel se lo han dado a Rona, la más repipi de mi clase, y ahora viene la gran noticia: en el reparto del resto de personajes, yo, como no oigo del todo bien, entendí que el mío era La Bella y luego supe que, en realidad, ¡me ha tocado La Vieja! ¡Toma ya! Y eso no es todo, ese mismo día descubrí que mi don para escuchar las mentes tiene castigo si lo uso para fastidiar. Fue por casualidad, estábamos sentados en el suelo, alrededor de la profe, y leímos la obra enterita. Yo estaba tan feliz, porque La Vieja habla mucho con Antoine. Resulta que El Príncipe cree que soy un hada, y ¡hasta me tiene que llevar en brazos en una escena! Y Rona, quiero decir, La Princesa, casi no sale y eso no le debió de hacer mucha gracia, porque hacía gestos con la nariz como cuando un ratón olisquea un queso.  Y yo, para reírme a gusto de su enfado, me concentré en cotillear su mente. Rona murmuraba dentro de su cabeza de rizos que iba a robarme mi papel, ¡que quería estar con Antoine! Lo demás fue rapidísimo: un pitido en mi oído mágico, y dentro una voz lejana que decía:
 “SÓLO PARA AYUDAR”, y, supongo que para que no olvidara la lección, mi superpoder me obligó a pasar vergüenza, y me hizo levantarme y gritar: “¡La Vieja soy yo! ¡La Vieja es mía!”. Después me quedé como una estatua. Todos me miraban como si fuese de Marte, todos menos Antoine: por primera vez lo vi sonreír. Ahora no dejo de pensar en el día del estreno, que, por cierto, ¡se acerca a toda velocidad!

CONTINUARÁ...

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